Convertida en una colonia de artesanos, la ciudad de Jaffa en el extremo sur oeste de la costa Israelí nos sorprende por su auténtica y particular belleza, y por ser uno de los puertos más antiguos del mundo.
Nuestra experiencia en este pequeño pero pintoresco recodo de la ciudad, ha sido uno de los más impresionantes, recorriendo sus angostos y empinados pasajes hasta llegar a la planicie principal.
Mar, puerto, aroma de historia y fragmentos de recuerdos que nos acompañarán toda la vida.
Para disfrutar de este histórico puerto, decidimos hospedarnos relativamente cerca. El lugar escogido fue el Hotel 75, del cual les hablaré en otro post.
Desde el hotel que se encuentra en el casco antiguo de la ciudad puedes llegar caminando en unos 35 a 45 minutos dependiendo de tu ritmo pero que no sentirás pues hay mucho que apreciar por el camino.
Datos curiosos del camino
La primera parada obligatoria es la panadería המאפייה que se encuentra en la esquina justo saliendo del hotel. Dulces, postres, sandwich, maravillas de harina y buen gusto.
Si bajas por la avenida Shabazi llegarás hasta Pines st, ahí debes doblar y dos cuadras hacia abajo encontrarás la famosa heladería Anita Gelato.
Si no sucumbes al aroma, los colores o el sabor, porque puedes probar, lo harás por el ambiente y aunque la cola es larga en ocasiones, vale la pena la espera.
Jaffa o Jaffo el descubrir
La vista de la costa resulta espectacular y solo de estar ahí ya hay una complicidad por retornar. Cuidado con los sábados que es feriado (es como los domingos occidentales y todo anda cerrado, la visita es distinta ese día.
Jaffo 1 Jaffo 2 Jaffo 3
Curiosidad aparte, las tiendas de artesanos son muy interesantes y los productos en exhibición llaman la atención, sin embargo los precios son altos.
Lo interesante viene luego cuando llegas a la parte superior de la ciudad y encuentras otros artesanos en la calle que cuentan con bellezas de artesanías a precios muy accesibles.
Lo nuestro sin embargo antes de entrar en ese mundo fue escoger un lugar para almorzar y descubrimos un restaurante que tenía una vista y una comida de nunca olvidar.
El restaurante por si les interesa se llama KALAMATA, aquí les dejé en link su web oficial y vale la pena hacer reserva para asegurar un espacio.
Ojo, no es un restaurante de comida típica, es un lugar griego, así que no se confundan, pero la buena gastronomía hay que saberla disfrutar por cualquier ruta.
Seguimos disfrutando de la vista, los detalles y las curiosidades locales. No es difícil comunicarse si sabers algo de inglés, casi todos lo hablan y entienden muy bien.
Contemplar, disfrutar y aprovechar cada minuto que pasamos en este lugar nos llenó de alegría, emoción y de grandes recuerdos.
Sabemos y sentimos que debemos volver y estoy casi convencido que debemos hacerlo.
Si les gutó, compartan, anímense y esperen un poquito pero intenten ir pues no se arrepentiran de haberlo visitado.