El arte de viajar desnudo y disfrutar la aventura

Arturo despertó aquella mañana decidido, no había marcha atrás. A pesar de las estructuras sociales de pudor, respeto y dignidad, sabía que tenía que viajar y lo haría.

Tomó su morral de viaje, metió sus documentos, celular y tarjetas y caminó seguro a la puerta de salida, se miró desnudo en el espejo y avanzó dos pasos, titubeó y retornó.

En su mente sabía que olvidaba algo, pensó y trató de recordar. Las llaves estaban, el cargador también, entonces llegó la respuesta. «El tapabocas» ; estaba en la mesa de noche y no podía salir sin él.

La máscara que era lo único que llevaba puesto, era blanca, grande y muy moderna, solo tenía una frase escrita de extremo a extremo:

«ESTE ES MI ULTIMO DESEO»

El taxista que lo esperaba en la puerta para llevarlo al aeropuerto, se sorprendió al verlo y pensó en seguida en partir, pero luego de un momento vio tal tranquilidad y confianza en Arturo que decidió realizar el viaje.

Durante el trayecto, aún inquieto y curioso, el taxista intentó ver por el retrovisor la actitud de su pasajero, y solo veía un individuo que miraba con alegría por la ventana. Su rostro se iluminaba con cada gran edificio que aparecía y una aparente sonrisa acompañaba el brillo de sus enormes ojos.

Justo antes de llegar al terminal 2 del aeropuerto, el taxista dio una última mirada, y en ese preciso momento, Arturo volteó a mirarlo. Abochornado el conductor volteó la mirada, sin antes lograr leer la enorme frase que estaba en todo el frente de la mascara cubreboca.

«ESTE ES MI ULTIMO DESEO»

Arturo descendió del auto y marchó por los pasillos hacia el counter para registrarse. Algunos curiosos lo miraron y él sintió que lo observaban, pero estaba tan emocionado que volteaba con elegancia, asentaba con la cabeza y seguía caminando.

Los comentarios iban y venían, los que estaban de acuerdo y los que no, pero todos se preguntaban por igual, la razón de su conducta y el sentido que podría tener la frase en la máscara.

Ya en el counter la persona responsable lo registró y le dio su boleto, le dio ciertas indicaciones para ingresar a la sala de espera y le deseo un feliz viaje.

Sin embargo, antes de alejarse escuchó decir a la persona que lo atendía que esperaba cumpliera su último deseo, Arturo sonrió y aunque ella no pudo verlo, sabía que lo hacía y se alegró.

En el control de aduanas, fue probablemente el momento más incómodo pues tuvo que desprenderse de su morral y caminar solo con su máscara por entre los guardias que sorprendidos lo obsesrvaban.

Él sabía que mientras prestaran más atención a la máscara que a su cuerpo, se sentiría menos intimidado, así que intentó hacer contacto visual con todo aquel que se cruzara.

Listo, ya estaba en la zona de espera y solo quedaba relajarse, ver las novedades en el celular y esperar el embarque.

Sin darse cuenta a su lado, se había sentado una mujer mayor que entre reojo y reojo, se decidió a preguntarle.

Qué lo animó a viajar así?, no piensa usted, que incomoda a otros con su actitud?

Arturo sólo volteó la mirada hacia la señora, la quedó mirando con cierta expresión de asombro y luego de una leve pausa le dijo:

estaría dispuesta a intercambiar conmigo mi último deseo por el suyo?, luego volteó la mirada y siguió revisando su celular.

La señora, quedó impactada, no sabía qué pensar, podría ser que tuviera una enfermedad terminal, que probablemente estaría cumpliendo una última voluntad de alguien, el hecho es que la dejó en silencio.

En ese momento se inició el embarque. Todo estaba listo para viajar, las personas subían y ubicaban sus asientos y Arturo miraba y grababa en su memoria cada momento que iba viviendo.

Habían pasado más de ocho meses desde el último viaje a causa del cierre de las fronteras y tener la oportunidad de volver a viajar lo emocionaba como nunca antes.

Cada mirada, cada pregunta, cada acción voluntaria o circunstancial se hacían intensas y todo gracias a estar desnudo, libre, sin pesos ni excesos, simplemente él y sus ganas de viajar.

El momento sublime, saber que le tocaba la ventana, siempre le gustaba viajar ahí, mirandolo todo, descubriendo colores, formas, luces, brillos y nuevamente era el controlador de ese rectángulo vertical con bordes curvos.

Ya en el aire, la sobrecargo que venía observándolo buen rato, lo había reconocido, era el bloguer de Triphote, el canal de viajes a la carta y estaba en su avión.

Por supuesto en esta ocasión sin su cámara, ni sus narraciones, ni sus fotos, solo disfrutando del viaje y claro desnudo, aunque con el llamativo tapabocas y la gran frase que decía:

«ESTE ES MI ULTIMO DESEO»

Ella se armó de valor, se acercó a él como mucha educación y lo saludó. Al principio hablaron de todo, los viajes, las comidas, los lugares secretos y las anécdotas que viajar trae.

Se habían entretenido tanto y entrado en confianza que la sobrecargo se embarcó en preguntarle: y te animarías a decirme cuál es tu último deseo?

Arturo, dejó de sonreír aunque no se notara, la miro con calma y le pidió que se acercara. En un susurro forzado por la máscara, le dijo al oído un secreto y luego volvió a sonreír y abrir sus enormes ojos.

La sobrecargo estaba emocionada se veía en su rostro una gran sorpresa por la respuesta recibida, aparentemente no se la esperaba.

El resto del viaje no pudieron conversar más pero cruzaron miradas cómplices y se saludaron con la mirada repetidas veces.

Cuando aterrizaron, Arturo espero hasta el final, estaba disfrutando cada momento al máximo que no tenía apuro de bajar.

Luego se levantó, caminó por el pasillo y llegó a la puerta, en el tunel la bienvenida del Charles de Gaulle anunciaba un día maravilloso para pasear por París.

En ese momento, lo tomaron del brazo, una mano larga pero dócil le dio un pequeño estirón, era la sobrecargo, quien lo miró, sacó de su bolsillo un pequeño objeto de metal, algo así como un símbolo y se lo entregó.

Todos piensan que fue un pin de la aerolínea y que eso podría se el último dese que siembre busca en sus viajes, sin embargo, para ese momento, nadie tenía en su mente, el porqué viajaba desnudo.

Arturo agradeció, cerró los ojos como señal de estar contento y se fue perdiendo en la manga de ingreso al aeropuerto.

Ricardo Ruiz:
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